En las granjas y criaderos dedicados a la cría de bovinos, la salud podal de los terneros es un aspecto que muchas veces pasa desapercibido, pero que resulta fundamental para el bienestar animal, el desarrollo adecuado de los ejemplares y la rentabilidad del sistema productivo.
Las lesiones en las patas no solo generan dolor y estrés en los animales, sino que también afectan directamente su movilidad, su capacidad de alimentarse y, en consecuencia, su crecimiento. Por ello, resulta indispensable contar con la debida asesoría veterinaria, que permita implementar prácticas preventivas eficaces, personalizadas y adaptadas al entorno y tipo de explotación.
Factores que predisponen a las lesiones podales
Las lesiones podales en los terneros pueden tener múltiples causas, siendo las más comunes las de origen ambiental, nutricional y de manejo. El tipo de superficie sobre la que se desplazan los animales es determinante: pisos húmedos, resbaladizos o excesivamente abrasivos incrementan el riesgo de heridas, resbalones y traumatismos. Asimismo, la acumulación de estiércol y orina en los corrales favorece la proliferación de bacterias que pueden provocar infecciones en la piel y los tejidos blandos de las patas.
El hacinamiento y el estrés, por su parte, también tienen un impacto importante, ya que aumentan la frecuencia de peleas o empujones entre terneros, lo que incrementa el riesgo de lesiones traumáticas. Además, prácticas de manejo inapropiadas, como el traslado brusco o el uso de elementos que causen miedo o dolor, pueden causar impactos físicos directos en las extremidades.
La nutrición como base preventiva
Una alimentación balanceada es fundamental para el desarrollo óseo y articular adecuado de los terneros. La deficiencia de minerales como el calcio, fósforo, zinc y cobre puede debilitar la estructura ósea y afectar la integridad de las pezuñas. El desequilibrio energético y proteico también puede generar alteraciones metabólicas que repercuten en la salud podal, especialmente en momentos de crecimiento acelerado.
Por lo tanto, es esencial que los terneros reciban dietas formuladas conforme a sus necesidades específicas según la edad, raza y condiciones ambientales. Esto debe ser supervisado por un profesional en nutrición animal o un médico veterinario, que pueda hacer los ajustes pertinentes y garantizar el suministro de todos los nutrientes esenciales.
El entorno: higiene, espacio y confort
El diseño de las instalaciones también tiene un rol crucial en la prevención. Las camas limpias y secas, los pisos antideslizantes y la ventilación adecuada contribuyen a reducir el riesgo de infecciones y accidentes. Se recomienda el uso de materiales suaves pero resistentes en las zonas de descanso, como viruta, paja o goma especial, que amortigüen el peso del ternero y eviten la aparición de callosidades, ulceraciones o pododermatitis.
El espacio asignado a cada animal debe ser suficiente para permitir su movilidad natural. El sobrepastoreo o el confinamiento excesivo limita la actividad física y puede generar lesiones por presión o fricción. Además, es importante que las instalaciones estén diseñadas para facilitar la limpieza frecuente, evitando así la acumulación de humedad y patógenos.
Manejo preventivo y monitoreo constante
Una estrategia de manejo adecuada implica observar de forma continua a los terneros para detectar cualquier signo temprano de cojera, inflamación, sangrado o comportamiento anormal. Los cuidadores deben estar capacitados para identificar estos síntomas y notificar de inmediato a los responsables técnicos.
Además, el recorte preventivo de pezuñas puede ser necesario en algunos casos, especialmente cuando se detectan deformaciones o crecimiento desigual. Este procedimiento debe realizarse con herramientas limpias, por personal capacitado y, preferiblemente, bajo supervisión veterinaria para evitar causar daño.
También se pueden implementar programas de baños podales periódicos con soluciones antisépticas, que ayudan a reducir la carga microbiana en los cascos y previenen infecciones como la dermatitis digital.
La detección temprana como herramienta clave
Uno de los aspectos más importantes para reducir la incidencia de lesiones podales es la detección temprana. Los terneros que presentan una cojera incipiente tienen mejores posibilidades de recuperación si se actúa a tiempo, evitando que el problema se agrave y se convierta en una condición crónica o incapacitante.
En este sentido, es crucial que los cuidadores mantengan un registro de observaciones diarias y que se establezcan protocolos de revisión periódica. El uso de cámaras de vigilancia o sistemas automatizados también puede ser una herramienta complementaria para identificar anomalías en la locomoción o cambios en la rutina de los animales.
Una inversión en salud y productividad
La prevención de lesiones podales en terneros debe asumirse como una inversión a largo plazo, tanto desde el punto de vista del bienestar animal como desde la rentabilidad del criadero. Los animales con patas sanas crecen mejor, presentan menos enfermedades secundarias y requieren menos tratamientos, lo que se traduce en una reducción de los costos veterinarios y un mejor rendimiento productivo.
Sin embargo, para lograr este objetivo de manera integral, no basta con aplicar soluciones generales. Es fundamental contar con la debida asesoría veterinaria, que permita diseñar planes preventivos ajustados a las características particulares de cada sistema de producción. La presencia del veterinario no solo garantiza diagnósticos oportunos, sino que también fortalece la capacidad del equipo humano para brindar una atención de calidad a los terneros desde sus primeros días de vida.